TAREA NUEVE ENFRENTAR LAS INCERTIDUMBRES

ENFRENTAR LAS INCERTIDUMBRES

Los siglos anteriores siempre creyeron en un futuro repetido o progresivo. El siglo XX ha descubierto la pérdida del futuro, es decir su impredecibilidad.
Durante la historia de la humanidad se da la incertidumbre histórica y se guía con la pregunta ¿Quién hubiera imaginado? O ¿Quién hubiera pensado? La respuesta es que el futuro se llama incertidumbre.
La historia no constituye entonces, una evolución lineal. Ella, conoce turbulencias, bifurcaciones, desviaciones, fases inmóviles, estadios, etc. La Historia es un complejo de orden, de desorden y de organización. Obedece a determinismos y azares donde surgen sin cesar el «ruido y el furor». Tiene siempre dos caras opuestas: civilización y barbarie, creación y destrucción, génesis y muerte...
La Tierra, probablemente en sus inicios un montón de desperdicios cósmicos procedentes de una explosión solar, se organizó así misma en una dialógica entre orden <-> desorden <-> organización.
La educación del futuro debe volver sobre las incertidumbres ligadas al conocimiento (cf. Capítulo II) ya que existe:
·         Un principio de incertidumbre cerebro-mental que se deriva del proceso de traducción / reconstrucción propio a todo conocimiento.
·         Un principio de incertidumbre lógica. Como decía Pascal muy claramente: «ni la contradicción es señal de falsedad ni la no contradicción es señal de verdad».
·         Un principio de incertidumbre racional ya que la racionalidad, si no mantiene su vigilancia autocrítica, cae en la racionalización.
·         Un principio de incertidumbre psicológica: No existe la posibilidad de ser totalmente consciente de lo que pasa en la maquinaria de nuestra mente, la cual siempre conserva algo fundamentalmente inconsciente. Existe pues, la dificultad de un auto-examen crítico por medio del cual nuestra sinceridad no garantiza certidumbre; existen límites para cualquier auto-conocimiento.
Aún no sabemos si sólo se trata de la agonía de un viejo mundo que anuncia un nuevo nacimiento o de una agonía mortal. Una conciencia nueva empieza a surgir: la Humanidad es llevada hacia una aventura desconocida.
Lo que importa es ser realista en el sentido complejo: comprender la incertidumbre de lo real, saber que hay un posible aún invisible en lo real.
Esto nos muestra que hay que saber interpretar la realidad antes de reconocer donde está el realismo.
Es en las incertidumbres doctrinales, dogmáticas e intolerantes donde se encuentran las peores ilusiones; en cambio, la conciencia del carácter incierto del acto cognitivo constituye la oportunidad para llegar a un conocimiento pertinente, el cual necesita exámenes, verificaciones y convergencia de indicios.
El conocimiento es navegar en un océano de incertidumbres a través de archipiélagos de certezas.
La ecología de la acción es, en suma, tener en cuenta su propia complejidad, es decir, riesgo, azar, iniciativa, decisión, inesperado, imprevisto, conciencia de desviaciones y transformaciones. Esta comprende tres principios: El bucle riesgo<>precaución; el bucle fines <> medios; y el bucle acción <>contexto con sus consecuencias: el efecto perverso, la inanidad de la innovación y la puesta en peligro de la adquisiciones obtenidas.
Se pueden considerar o calcular a corto plazo los efectos de una acción, pero sus efectos a largo plazo son impredecibles. De esta manera, ninguna acción está segura de obrar en el sentido de su intención. La ecología de la acción nos invita, sin embargo, no a la inacción sino a la apuesta que reconoce sus riesgos y a la estrategia que permite modificar incluso anular la acción emprendida.
Hay dos vías para enfrentar la incertidumbre de la acción. La primera es la plena conciencia de la apuesta que conlleva la decisión; la segunda el recurso a la estrategia. Una vez bien tomada la decisión, la plena conciencia de la incertidumbre se vuelve la plena conciencia de una apuesta. La noción de apuesta se debe generalizar para cualquier fe.
La estrategia debe prevalecer sobre el programa. Ésta elabora un escenario de acción examinando las certezas y las incertidumbres de la situación, las probabilidades, las improbabilidades.
La respuesta a las incertidumbres de la acción está constituida por la buena elección de una decisión, por la conciencia de la apuesta, la elaboración de una estrategia que tenga en cuenta las complejidades inherentes a sus propias finalidades, que en el transcurso de la acción pueda modificarse en función de los riesgos, informaciones, cambios de contexto y que pueda considerar un eventual torpedeo de la acción que hubiese tomado un curso nocivo. Por esto, se puede y se debe luchar contra las incertidumbres de la acción; se puede incluso superarlas a corto o mediano plazo, pero nadie pretendería eliminarlas a largo plazo. La estrategia, como el conocimiento, sigue siendo la navegación en un océano de incertidumbres a través de archipiélagos de certezas.
El deseo de aniquilar la Incertidumbre puede parecernos como la enfermedad misma de nuestras mentes y toda dirección hacia la gran Certeza no podría ser más que un embarazo psicológico.
El pensamiento, entonces, debe encaminarse para afrontar la incertidumbre. Todo aquello que implica oportunidad implica riesgo y el pensamiento debe diferenciar las oportunidades de los riesgos y los riesgos de las oportunidades.

Martín Heriberto del Río Castrellón


REFERENCIA

Morian, Edgar. (1999) Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Traducción de Mercedes Vallejo-Gómez, Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín-Colombia. Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura UNESCO.